“Siéntelo, anhélalo…deséalo con
todas tus fuerzas, desde lo profundo de tu ser…desde las entrañas… con cada
fibra de tu existencia…” Es uno de los mejores consejos que alguna vez escuché
respecto al trabajo mágico. Lo sé, suena algo dramático, pero hay que admitir que le da un toque extra.
Cuando me embarqué en mi práctica
mágica y espiritual, encontraba que muchas fuentes hacían referencia al tema de
la visualización. “visualiza esto…visualiza aquello”. Realmente no me parecía tan
difícil. Y no digo que no funcionara, porque funcionaba. Pero en más de una
ocasión me quedaba con la impresión de que el proceso andaba medio
“desconectado.” Por tener un estilo de percepción más táctil (con mi toque de
auditivo) que visual, las descripciones de visualizaciones que hacían énfasis
excesivo en imágenes visuales no siempre me resultaban completamente claras. Lo
que sinceramente me dejaba con sensación de frustrado y de haber “arruinado
todo” porque no visualizaba las cosas en el modo más claro posible. En
ocasiones incluso apenas y podía distinguir una imagen básica, como una
silueta, en mi pantalla mental. Resultado: mayor frustración.
En estos años, he encontrado
técnicas de visualización que me han resultado bastante útiles. El visualizar
frutas y formas geométricas me ha gustado bastante, pues aprendía a tener poco
a poco más control de la imagen. Con otras técnicas, no he tenido tanto éxito.
Supongo que me distraía o me concentraba tanto en ver cada detalle descrito que
paradójicamente, la imagen se hacía más difusa. Lo que me enseñó que mientras
más relajado estaba, más fácilmente surgía la imagen en mi mente. Sí, sé que
los libros te dicen eso, pero realmente no te lo crees hasta que lo
experimentas.
Creo que estudiar psicología me aclaró
mucho más el panorama. Ahí, en las clases de procesos mentales y cognitivos
descubrí que la capacidad de visualización – nacida y nutrida por nuestra
imaginación – va mucho más allá del sólo acto de “ver” mentalmente. Es también
escuchar, sentir, oler y probar, incluso percibir un objeto o persona o
escenario. Considerando que tenemos más de 5 sentidos (el último conteo que
hice incluía 11), pues había bastante material para enriquecer la
visualización.
Podría afirmar también que esto
me dio una mayor libertad para explorar otras técnicas de visualización un poco
menos estrictas en el sentido de que no exigían una imagen totalmente nítida,
sino que aceptaban la “percepción de la presencia de aquello visualizado” en la
mente como algo válido. Así, en caso de querer visualizar una manzana, me
enfocaba en que la imagen y energía de una manzana apareciera en mi mente. A
veces era un poco más clara. Otras veces un poco más vaga. Pero siempre surgía
algo (y cuando la imagen se veía difusa, podía saber si había funcionado por el
sentido de “presencia” de aquello que deseaba visualizar. Como bono, mi
imaginación sobre “cómo era una manzana” y otras cosas en general, comenzó a ampliarse).
Disfruto de esta técnica de manera especial cuando visualizo alguna persona.
Pedir que aparezca la imagen y
energía de aquello que deseamos visualizar en lugar de forzar la imagen tiene
sentido. Para empezar, como mencionaba antes, mientras mayor es la tensión por
crear la imagen, más difícil resulta hacer eso. Por otro lado, facilita la
comunicación con el inconsciente y nos ayuda a acceder a nuestro propio banco
de imágenes (de la que tantas fuentes hablan). Esto tendría la ventaja de que
la imagen obtenida nos muestra un vistazo de aquello que tenemos dentro –
ideas, emociones, impresiones – con respecto a un tema. Lo que involucra una
gran riqueza informativa en el área del autoconocimiento y exploración
personal, indicando cuáles son los puntos fuertes y aquellos en los que
necesitamos trabajar – así, la visualización se convertiría en más que una
técnica de entrenamiento (de por sí valiosa) y contendría también valor como
medio de autodescubrimiento.
Pero…
¿Basta sólo “verlo” – o
percibirlo con gran detalle – en nuestra mente? Se supone que si estamos
recorriendo todo el camino para desarrollar nuestra visualización es porque
queremos aprender a hacer que las cosas que visualizamos ocurran. Trabajar en
sintonía con el poder creativo de nuestra mente (que creo que va más allá de la
conocida “Ley de la Atracción”, tan popular en estos tiempos.) Entonces… si
queremos que algo suceda, tenemos la intención
de hacerlo suceder.
De nuevo, intención es una
palabra bastante usada en estos días en los círculos de práctica mágica,
espiritual y me atrevería a decir, de desarrollo personal (incluyendo algunos
libros de coaching). El caso es, ¿qué
define la intención? Hablando con una amiga, quien sospecho que es mejor bruja
de lo que ella cree, tocamos siempre el tema de la intención. Que yo recuerde,
ella siempre ha abogado por el estilo “cero emociones, voluntad pura” en su
trabajo. Para ella, la intención podría incluir la idea de que “va a pasar
porque yo deseo que pase.” Lo que no deja de tener cierto sentido – y de hecho
veo que le funciona bastante bien, y hasta el momento no ha tenido ningún
trauma emocional. Según ella, las emociones son buenas en la vida cotidiana,
pero a causa de su potencial para nublar el juicio, es mejor dejarlas de lado a
la hora de programar la intención y trabajar magia.
No obstante, mi espíritu de
contradicción hace que me pregunte, ¿realmente podemos separar las emociones de
la intención? Tengo mis dudas al respecto. Las emociones forman parte de
quienes somos, y se convierten en uno de nuestros recursos más poderosos si
sabemos dirigirlas y enfocarlas, lo que nos permite ir más allá de la
emotividad explosiva y confusa a la que sospecho mi amiga realmente se refiere.
Personalmente, he encontrado que
cuando la emoción es clara, se conecta bastante bien con la intención que
tenemos, y de hecho se integran. Esa
fuerza nutre nuestra visualización y nuestra energía mágica, ayudándola a fluir
(si en este punto alguien recuerda a cierto personaje de TV diciendo “tu poder
proviene de tus emociones”, que no se sienta mal, porque más allá del elemento
ficticio del programa televisivo, tiene un punto a su favor). Aquí viene la
parte interesante.
Con la imagen mental claramente
definitiva en sus 5 (o más) sentidos, y las emociones integradas al proceso,
surge algo más: una sensación física. La sentimos en nuestro cuerpo, surgiendo
desde lo profundo de nuestro ser, literalmente, de nuestras entrañas (perdón si
soy demasiado gráfico). Sentimos un cierto hormigueo que recorre nuestra piel,
el aire circula más fácilmente en nosotros… y en ciertos hasta se sienten los pelos
del cuello erizarse. Estas reacciones (que no son necesariamente las únicas) nos indican - o confirman…o tal vez ambas
cosas a la vez - que la magia está adquiriendo una cualidad visceral. Está
integrándose a nuestras fibras. Por supuesto, el estilo de magia más “visceral”
es mucho más complejo, pero éste es un buen punto de partida. Lo que queda
claro, es que esta consciencia presente en nuestro cuerpo, conectada con el
inconsciente y por lo tanto con una gran fuente de energía psíquica, puede ser
contactada y dirigida a través de las emociones, sensaciones y sentimientos. Si
el trabajo mental integrase estos otros aspectos, ¿qué ocurriría?
Tener estas experiencias cuando
menos aumenta la intensidad del trabajo mágico, lo que lo hace más vívido y a
la vez nos conecta en modo más íntimo con nuestro propósito. Nos indica también
la manera en que está fluyendo la energía, y nos permite convertirnos en uno
con ella. Cierto, lo más seguro es que esto conduzca a un estilo más extático
de trabajo. Ya no es sólo un tema de “tener que imaginar que algo está
presente” (queriendo aclarar que no subestimo en modo absoluto el poder de la
imaginación), sino que “sabemos y contactamos” con lo que está presente. La
diversión aumenta cuando aprendemos a dirigir estos tres elementos – imagen
mental, emociones y respuesta visceral – hacia nuestro propósito (en estos
momentos me estoy acordando de una concepción del hombre con tres centros de
poder o “calderos”, uno en el vientre, otro en el pecho y un tercero en la
cabeza. Simpática coincidencia, ¿verdad?)
Si bien algunas tradiciones
abogan por el estilo “visceral” con algo más de énfasis que otras, un
practicante puede desarrollar estos aspectos en su propia práctica – bien sea
que siga Brujería Tradicional o Chamanismo o Wicca (incluyendo los libros de
Cunningham – el hombre puede haber sido muy criticado por la fuerza que dio al
eclecticismo, pero un ritual suyo bien hecho y con los elementos anteriores
mencionados puede resultar muy potente. Además, no creo que el lío sea tanto
por un autor como por aquellos que lo endiosan).
Puesto que es una idea que
continúo explorando, todavía es un trabajo en progreso. No obstante, en última
instancia creo que se trata de algo capaz de enriquecer nuestras actividades
mágicas. Vale la pena intentarlo al menos, ¿verdad?
Para mayor información sobre el concepto de magia visceral, puede
revisarse el texto “Visceral Magick”
de Peter Paddon. Aunque está escrito desde una perspectiva de Brujería
Tradicional no wiccana, ofrece información bastante útil.
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