14 de septiembre de 2013

Sobre Visualización, Emociones y Vísceras...

“Siéntelo, anhélalo…deséalo con todas tus fuerzas, desde lo profundo de tu ser…desde las entrañas… con cada fibra de tu existencia…” Es uno de los mejores consejos que alguna vez escuché respecto al trabajo mágico. Lo sé, suena algo dramático, pero hay que admitir que le da un toque extra.

Cuando me embarqué en mi práctica mágica y espiritual, encontraba que muchas fuentes hacían referencia al tema de la visualización. “visualiza esto…visualiza aquello”. Realmente no me parecía tan difícil. Y no digo que no funcionara, porque funcionaba. Pero en más de una ocasión me quedaba con la impresión de que el proceso andaba medio “desconectado.” Por tener un estilo de percepción más táctil (con mi toque de auditivo) que visual, las descripciones de visualizaciones que hacían énfasis excesivo en imágenes visuales no siempre me resultaban completamente claras. Lo que sinceramente me dejaba con sensación de frustrado y de haber “arruinado todo” porque no visualizaba las cosas en el modo más claro posible. En ocasiones incluso apenas y podía distinguir una imagen básica, como una silueta, en mi pantalla mental. Resultado: mayor frustración.

En estos años, he encontrado técnicas de visualización que me han resultado bastante útiles. El visualizar frutas y formas geométricas me ha gustado bastante, pues aprendía a tener poco a poco más control de la imagen. Con otras técnicas, no he tenido tanto éxito. Supongo que me distraía o me concentraba tanto en ver cada detalle descrito que paradójicamente, la imagen se hacía más difusa. Lo que me enseñó que mientras más relajado estaba, más fácilmente surgía la imagen en mi mente. Sí, sé que los libros te dicen eso, pero realmente no te lo crees hasta que lo experimentas.

Creo que estudiar psicología me aclaró mucho más el panorama. Ahí, en las clases de procesos mentales y cognitivos descubrí que la capacidad de visualización – nacida y nutrida por nuestra imaginación – va mucho más allá del sólo acto de “ver” mentalmente. Es también escuchar, sentir, oler y probar, incluso percibir un objeto o persona o escenario. Considerando que tenemos más de 5 sentidos (el último conteo que hice incluía 11), pues había bastante material para enriquecer la visualización.

Podría afirmar también que esto me dio una mayor libertad para explorar otras técnicas de visualización un poco menos estrictas en el sentido de que no exigían una imagen totalmente nítida, sino que aceptaban la “percepción de la presencia de aquello visualizado” en la mente como algo válido. Así, en caso de querer visualizar una manzana, me enfocaba en que la imagen y energía de una manzana apareciera en mi mente. A veces era un poco más clara. Otras veces un poco más vaga. Pero siempre surgía algo (y cuando la imagen se veía difusa, podía saber si había funcionado por el sentido de “presencia” de aquello que deseaba visualizar. Como bono, mi imaginación sobre “cómo era una manzana” y otras cosas en general, comenzó a ampliarse). Disfruto de esta técnica de manera especial cuando visualizo alguna persona.

Pedir que aparezca la imagen y energía de aquello que deseamos visualizar en lugar de forzar la imagen tiene sentido. Para empezar, como mencionaba antes, mientras mayor es la tensión por crear la imagen, más difícil resulta hacer eso. Por otro lado, facilita la comunicación con el inconsciente y nos ayuda a acceder a nuestro propio banco de imágenes (de la que tantas fuentes hablan). Esto tendría la ventaja de que la imagen obtenida nos muestra un vistazo de aquello que tenemos dentro – ideas, emociones, impresiones – con respecto a un tema. Lo que involucra una gran riqueza informativa en el área del autoconocimiento y exploración personal, indicando cuáles son los puntos fuertes y aquellos en los que necesitamos trabajar – así, la visualización se convertiría en más que una técnica de entrenamiento (de por sí valiosa) y contendría también valor como medio de autodescubrimiento.

Pero…

¿Basta sólo “verlo” – o percibirlo con gran detalle – en nuestra mente? Se supone que si estamos recorriendo todo el camino para desarrollar nuestra visualización es porque queremos aprender a hacer que las cosas que visualizamos ocurran. Trabajar en sintonía con el poder creativo de nuestra mente (que creo que va más allá de la conocida “Ley de la Atracción”, tan popular en estos tiempos.) Entonces… si queremos que algo suceda, tenemos la intención de hacerlo suceder.

De nuevo, intención es una palabra bastante usada en estos días en los círculos de práctica mágica, espiritual y me atrevería a decir, de desarrollo personal (incluyendo algunos libros de coaching). El caso es, ¿qué define la intención? Hablando con una amiga, quien sospecho que es mejor bruja de lo que ella cree, tocamos siempre el tema de la intención. Que yo recuerde, ella siempre ha abogado por el estilo “cero emociones, voluntad pura” en su trabajo. Para ella, la intención podría incluir la idea de que “va a pasar porque yo deseo que pase.” Lo que no deja de tener cierto sentido – y de hecho veo que le funciona bastante bien, y hasta el momento no ha tenido ningún trauma emocional. Según ella, las emociones son buenas en la vida cotidiana, pero a causa de su potencial para nublar el juicio, es mejor dejarlas de lado a la hora de programar la intención y trabajar magia.

No obstante, mi espíritu de contradicción hace que me pregunte, ¿realmente podemos separar las emociones de la intención? Tengo mis dudas al respecto. Las emociones forman parte de quienes somos, y se convierten en uno de nuestros recursos más poderosos si sabemos dirigirlas y enfocarlas, lo que nos permite ir más allá de la emotividad explosiva y confusa a la que sospecho mi amiga realmente se refiere.

Personalmente, he encontrado que cuando la emoción es clara, se conecta bastante bien con la intención que tenemos, y de hecho se integran.  Esa fuerza nutre nuestra visualización y nuestra energía mágica, ayudándola a fluir (si en este punto alguien recuerda a cierto personaje de TV diciendo “tu poder proviene de tus emociones”, que no se sienta mal, porque más allá del elemento ficticio del programa televisivo, tiene un punto a su favor). Aquí viene la parte interesante.

Con la imagen mental claramente definitiva en sus 5 (o más) sentidos, y las emociones integradas al proceso, surge algo más: una sensación física. La sentimos en nuestro cuerpo, surgiendo desde lo profundo de nuestro ser, literalmente, de nuestras entrañas (perdón si soy demasiado gráfico). Sentimos un cierto hormigueo que recorre nuestra piel, el aire circula más fácilmente en nosotros… y en ciertos hasta se sienten los pelos del cuello erizarse. Estas reacciones (que no son necesariamente las únicas)  nos indican - o confirman…o tal vez ambas cosas a la vez - que la magia está adquiriendo una cualidad visceral. Está integrándose a nuestras fibras. Por supuesto, el estilo de magia más “visceral” es mucho más complejo, pero éste es un buen punto de partida. Lo que queda claro, es que esta consciencia presente en nuestro cuerpo, conectada con el inconsciente y por lo tanto con una gran fuente de energía psíquica, puede ser contactada y dirigida a través de las emociones, sensaciones y sentimientos. Si el trabajo mental integrase estos otros aspectos, ¿qué ocurriría?

Tener estas experiencias cuando menos aumenta la intensidad del trabajo mágico, lo que lo hace más vívido y a la vez nos conecta en modo más íntimo con nuestro propósito. Nos indica también la manera en que está fluyendo la energía, y nos permite convertirnos en uno con ella. Cierto, lo más seguro es que esto conduzca a un estilo más extático de trabajo. Ya no es sólo un tema de “tener que imaginar que algo está presente” (queriendo aclarar que no subestimo en modo absoluto el poder de la imaginación), sino que “sabemos y contactamos” con lo que está presente. La diversión aumenta cuando aprendemos a dirigir estos tres elementos – imagen mental, emociones y respuesta visceral – hacia nuestro propósito (en estos momentos me estoy acordando de una concepción del hombre con tres centros de poder o “calderos”, uno en el vientre, otro en el pecho y un tercero en la cabeza. Simpática coincidencia, ¿verdad?)

Si bien algunas tradiciones abogan por el estilo “visceral” con algo más de énfasis que otras, un practicante puede desarrollar estos aspectos en su propia práctica – bien sea que siga Brujería Tradicional o Chamanismo o Wicca (incluyendo los libros de Cunningham – el hombre puede haber sido muy criticado por la fuerza que dio al eclecticismo, pero un ritual suyo bien hecho y con los elementos anteriores mencionados puede resultar muy potente. Además, no creo que el lío sea tanto por un autor como por aquellos que lo endiosan).  

Puesto que es una idea que continúo explorando, todavía es un trabajo en progreso. No obstante, en última instancia creo que se trata de algo capaz de enriquecer nuestras actividades mágicas. Vale la pena intentarlo al menos, ¿verdad?


Para mayor información sobre el concepto de magia visceral, puede revisarse el texto “Visceral Magick” de Peter Paddon. Aunque está escrito desde una perspectiva de Brujería Tradicional no wiccana, ofrece información bastante útil. 

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