13 de febrero de 2012

LUNA ROJA

 




Una de las creencias mágicas más singulares a los ojos occidentales modernos, es la práctica del  aislamiento menstrual a la que era sometida la mujer durante su periodo. Creencia aún mantenida por los Parsis de la India, en donde se la tiene por uno de los pilares de las leyes sagradas del Vendidad. En el Vendidad se ordena la exclusión de la mujer en cualquier acto religioso; se le prohíbe tener contacto con los objetos de culto, incluso dentro de la casa, y se le ordena estar separada de su marido durante los días que este en dicho estado de impureza. Para encontrar los orígenes de esta extraña practica, tenemos que remontarnos a un pasado oscuro y distante, donde la sangre era motivo de espanto y superstición.  En el mundo antiguo existían una serie de  prescripciones, con miras a evitar la contaminación mágica que conllevaba estar en contacto con la sangre. El asesinato no era un acto reprochable por el hecho de quitar la vida a alguien, sino por la mancha psíquico-mágica que involucraba. 

La sangre al ser vertida por la cavidad en donde se engendra la vida, de una manera inexplicable a los ojos de los hombres antiguos y de manera cíclica sólo podía responder a influjos que presagiaban calamidades. La dicotomía vida/muerte en dicho acto se hacía palpable, y los peligros que la exposición a la sangre traían, se veía aumentada significativamente con la sangre que manchaba y ensuciaba el sagrado santuario de la vida.
El periodo menstrual era una instancia sacrílega, en donde la mujer se hacía parte de un acto de podredumbre y de blasfemia, ligado inequívocamente al mal. La menstruación era una ofensa a la vida, su origen y razón de ser eran desconocidos; por tanto susceptibles de causar mal y calamidades mayores, pues al ser vertida de la fuente misma de la vida, esta era una mutación del orden divino.
Dicha creencia puede ser avalada por la gran cantidad de ritos asociados a la pérdida de la virginidad, ya muchos de ellos hablan o tienen que ver con violaciones por personajes mitológicos de cierta connotación macabra. Ahora la impureza de la sangre de la mujer la convertía en un ser intocable. Cualquier contacto con ella en dicho periodo, conllevaba una mancha e impureza tal, que afectaba tanto al cuerpo, como al espíritu.
En general, y desde el punto de vista etnográfico, podemos decir que la sangre menstrual ha sido considerada como maléfica, pues disminuye el potencial sanguíneo de la comunidad; esto hace que la mujer sea juzgada como una enemiga temporal del clan mientras dure la menstruación. La sangre menstrual también ha sido valorada en general como venenosa e impura por lo que fue frecuente que a la mujer se la separe del clan situándola en la copa de un árbol o sobre un cajón hecho de hojas, se le medio entierre en el suelo o se le recluya durante el período, todo ello por temor a que alguna gota de sangre caiga al suelo y contagie a la tierra o que se exponga a los rayos del sol y la impureza afecte al cielo. Ejemplos del encierro femenino durante las menstruaciones hay muchísimos, siendo el periodo de reclusión muy variable. Así tendremos a los falasha de Etiopía, los llamados ‘Judíos Negros’, que disponen en sus poblados de unas casas especiales llamadas “casas de la sangre” o, más significativamente, “casas de la maldición”, donde las mujeres se retiran unos siete días durante su menstruación. Diversas tribus del Camerún pintaban a la mujer de rojo durante su regla (advertencia visible sobre el tabú de su estado) y la encerraban en una choza oscura lejos del poblado, dándole de comer y beber a través de un tubo hecho con el hueso del ala de un águila de cabeza blanca y tratándolas como si fueran enfermas contagiosas. Tribus de la Hehe, en Tanganica, mantenían encerradas a las menstruantes durante cinco días. Hasta un año duraba la cuarentena menstrual entre las indias thlinket y koniaks de Alaska, o las wafiomi de Africa. Las chiriguanas, de los Andes bolivianos, también permanecían todo un año entero de purificación encerradas en sus casas, pero además debían permanecer en un rincón oscuro de la misma, de cara a la pared y sin hablar con nadie. En otras ocasiones las mujeres sólo estaban obligadas a llevar un símbolo de la reclusión que sufrían en otros tiempos. Diversas etnias optan por no encerrar a las mujeres durante el periodo menstrual, pero de una forma u otra se les sigue considerando como impuras
Supersticiones Menstruales
La creencia en la nocividad de las mujeres menstruantes es muy antigua, pues existía el convencimiento de que la sangre menstrual contenía sustancias extrañas, irritantes o venenosas .Según el Talmud (siglo II a.C. - IV d.C.), compilación de la tradición judía, si una mujer está iniciando sus reglas y pasa entre dos hombres, está condenando a muerte a uno de ellos, pero si por el contrario la mujer está terminando de reglar, hará que los dos hombres se querellen.
Plinio el Viejo (23-79 a.C.) también enumeraba, en su Naturalis historia, los peligros de la mujer menstruante: puede cambiar el vino en vinagre, romper los espejos, estropear el hierro y el cuero, nublar los cielos, volver estériles los campos, hacer caer las frutas de los árboles, matar las abejas y abortar a los animales.
Creencias similares sobre la malignidad de la sangre menstrual se difundieron ampliamente en Europa durante el siglo XIII. Se creía que impedía germinar los cereales y agriaba los mostos; también era capaz de empañar los espejos, embotar las navajas, hacer que el hierro fuera atacado por el orín, que los objetos de bronce se ennegrecieran, y además tenía la propiedad de disolver la cola de betún.
La proximidad de la reglante haría que se estropeara la masa del pan, que no se ligara la pasta de buñuelos y rosquillas, que creciera el hollín en las calderas, que se marchitaran las flores y que huyeran las abejas de las colmenas. Además, era convencimiento general que los enfermos empeorarían si se les acercaba una mujer reglante.
Por el contacto directo con la sangre podrían morir las plantas y los árboles perderían sus frutos, además, si los perros la lamían contraerían la rabia con toda seguridad.
En España, especialmente, era creencia muy extendida que la mujer durante la regla era capaz de provocar con sus ojos acciones maléficas por infección; en Argamasilla de Alba y otros pueblos castellanos era habitual pensar que si una mujer menstruante miraba o tocaba a un niño, le produciría el “Mal de Ojo”.
El supuesto efecto pernicioso de la sangre menstrual llevó indefectiblemente a los europeos a establecer también una serie de prohibiciones y prescripciones sociales que afectaban directamente a las mujeres reglantes. Sin necesidad de extendernos más, diremos que en el Concilio de Nicea se prohibió la entrada en las iglesias a las mujeres que estuvieran reglando. En Alemania se creyó hasta el siglo XVIII que un pelo del pubis de una mujer reglante mezclado con su sangre menstrual, si se dejaba en un estercolero, al cabo de un año se convertiría en una serpiente o daría lugar a la aparición de animales dañinos y venenosos. También era común creer que si los niños eran engendrados durante el período de la regla serían pelirrojos, viciosos por naturaleza y con alto riesgo de verse afectados por la lepra; para otras personas, los hijos concebidos durante la regla serían deformes y monstruosos, mientras que las niñas serían estériles al no tener nunca sus periodos.
Todavía en la actualidad perdura la creencia de que las mujeres que están menstruando no deben tocar las plantas pues podrían marchitarse o que durante la regla no se debe hacer salsa mayonesa o ajoaceite pues se cortaría y se estropearía; incluso hay quien piensa que las mujeres menstruantes, por bien de su salud, no deben lavarse la cabeza ni tomar alimentos o bebidas frías mientras les dure la hemorragia.
Curiosamente esta supuesta malignidad de la sangre menstrual se utilizó en otros lugares con fines beneficiosos,  en beneficio de unos pocos al realizarse con ella pociones y brebajes brujeriles…
En Birmania pensaban que la sangre menstrual tenía poderes terribles y que sólo su olor era capaz de contaminar el aire, y justamente por ello, cuando una plaga de insectos asolaba sus campos, recurrían a las mujeres menstruantes para que pasearan por ellos con los genitales al desnudo, pensando en que esto sería suficiente para que los insectos murieran o se alejaran. En España e Italia, aunque no de forma tan marcada, también se hizo su sitio esta superstición; en Sicilia incluso usaban el agua de la higiene íntima de las menstruantes para humedecer los troncos de los árboles para que no fueran atacados por las orugas.
En Baviera los campesinos entregaban a las vírgenes menstruantes pañuelos de encaje para que los impregnaran con la sangre menstrual, pues los consideraban poderosos amuletos capaces de evitar a quien los llevara accidentes o heridas con hemorragias; incluso las mujeres solteras se guardaban para sí estos amuletos pues, llegado el momento del embarazo, les preservarían de las hemorragias uterinas que les podrían desencadenar un aborto.
En Francia, durante el siglo XVII, se pensaba que la sangre menstrual de una mujer que no hubiese parido tenía la propiedad de apagar los fuegos por muy vivos que fueran éstos. En el sur de Rusia, pensando que la sangre tendría parte del alma de su propietario, la utilizaban como filtro de amor mezclándola con el vino o el café.
Los que creían en el efecto salutífero de la sangre menstrual la utilizaban para curar el lagrimeo, la epilepsia y las convulsiones en general, los dolores rebeldes, la erisipela, la gota, los diviesos, las verrugas, lamparones, llagas viejas, tercianas, hidrofobia, esterilidad, e incluso curaba el amor voluble asegurando el amor de los hombres. También se llegó a creer que serviría de contra hechizo, que desharía el Mal de Ojo, preservaría de la peste y desviaría las tormentas.
Para terminar, anotaremos que aunque de todos es sabido que la ciencia es curiosa por naturaleza, en ciertas ocasiones su curiosidad le pierde; así veremos que se llegó a descubrir una sustancia en la sangre de las mujeres durante la menstruación y que fue considerada como una sustancia tóxica, por lo que se le dio el nombre de menotoxina.
Trabajos de diversos autores como Schick, Macht, Livingstone y Eleizalde dieron a esta sustancia una actividad fitotóxica que explicaría el efecto sobre las plantas; posteriormente los estudios de Smith y sus colaboradores ciñeron esta actividad tóxica a la mucosa uterina, responsabilizándole de la destrucción y descamación menstrual, aunque luego se le negó este efecto tóxico y Markee señaló que se trataría de un factor vasoconstrictor local; hoy en día se considera simplemente que la llamada menotoxina sería una sustancia de la familia de las prostaglandinas con un importante papel en el desencadenamiento de la menstruación
Actualmente se considera al ciclo menstrual mucho más que sólo un fenómeno meramente fisiológico. Supone una poderosa fuerza creativa que también afecta a la mujer a nivel psicológico y espiritual. Una mujer que toma conciencia de su ciclo y las energías inherentes a él, también aprende a percibir un nivel de vida que va más allá de lo visible, mantiene un vínculo intuitivo con las energías de la vida, el nacimiento y la muerte, y siente la divinidad dentro de  la tierra y de sí misma. A partir de este reconocimiento la mujer se relaciona no sólo con lo visible y terrenal sino con los aspectos invisibles y espirituales de su existencia. Fue a través de este estado alterado de consciencia que tenía lugar todos los meses que las chamanas/curanderas y más adelante las sacerdotisas, aportaron al mundo y a su propia comunidad su energía, claridad y conexión con lo divino. La curación la magia, la profecía, la enseñanza, la inspiración y la supervivencia provinieron de su capacidad de sentir ambos mundos, de viajar entre los dos y de llevar sus experiencias al otro.
La Menstruación es la clave de la renovación de la Mujer. Es el momento de vaciarnos de todas las energías del pasado para absorber vida nueva. No existe purificación más grande que el derramamiento natural y cíclico de sangre femenina, el líquido vital que contiene toda la información de nuestra historia en el mundo físico. Como con cualquier recurso, para conseguir los mejores resultados necesitamos trabajar CON en vez de en contra de las cualidades inherentes de nuestro cuerpo. Nuestros ciclos naturales muchas veces reflejan los ciclos de la naturaleza, más notablemente los de la Luna; podemos emplearlos en la magia, enfocados hacia conseguir una vida más ordenada. La mayoría de las mujeres tienen ciclos de 26-32 días, que varía ligeramente de mes a mes. (Esto no se aplica a todo el mundo, y si tu ciclo parece errático e inestable, consulta con tu ginecólogo). Esta regularidad, una vez descubierta y cartografiada pues como sabemos las mujeres un registro tipo calendario para poder predecir los días de ovulación y el siguiente periodo es lo mas común y aconsejable ayuda a hacer de la magia menstrual un tipo de magia natural para otros ciclos: por ejemplo, magia de abundancia para asegurarte de que consigues un sueldo regular; hechizos de protección para ir y volver del trabajo cada día, y así.
El flujo menstrual actúa como un limpiador mensual. Además de la placenta no utilizada, cierto número de toxinas interiores se evacuan de nuestro sistema cuando sangramos. Aprovecha y haz un ritual de purificación cada mes. Aquellos que empleen el agua son particularmente apropiados –baños mágicos, aspersiones de agua, y otros líquidos purificadores- son herramientas excelentes durante esta época del mes. Puedes añadir un poco de tu sangre para aumentar los efectos y el vínculo entre la magia y tu cuerpo (asegúrate de bañarte o ducharte con agua fresca después).
Al principio de cada periodo, visualiza tu sangre fluyendo de tu ser llevándose todas las toxinas e impurezas de tu cuerpo. Visualiza todos los dolores, incordios, frustraciones y otras influencias negativas del mes pasado disolviéndose de tu cuerpo y tu mente entrando en la sangre que sale de ti. Al final de la menstruación, ¡te sentirás mucho más renovada después de dejar ir semejante carga!
Una de las quejas más grandes sobre la menstruación implica a los dolores. Duele, por supuesto, y en algunas mujeres puede llegar a impedir funcionar de manera normal durante un día o más. Como todas las cosas, a pesar de todo, tienen su propósito. Las contracciones del útero para repeler la sangre crean energía, como cualquier otra función corporal, y es una poderosa herramienta mágica. Los mejores tipos de magia a emplear en relación con esta energía son de tipo activo o agresivo. Este es el momento para emplear tu don inherente para afectar a tu mundo, especialmente para eliminar obstáculos. La energía menstrual hace milagros a la hora de lidiar con gente y situaciones problemáticas – utilízala para atar o hacer desaparecer. También es bastante útil para destruir bloqueos internos y malos hábitos, así que usa el dolor periodo simbólicamente para eliminar cualquier cosa, desde el estancamiento al bloqueo del escrito. Utiliza tus dolores como un motivador para salir y conseguir que se hagan las cosas. No sólo la actividad ayuda mucho a liberar la tensión que hace que los dolores sean peores, sino que ayuda a sacar a nuestras mentes de la incomodidad.
Utilizar los dolores para la magia es simple. Durante el momento en el que sean más fuertes, realiza tu magia como lo haces habitualmente, pero centra la energía de tu útero en lo que estés haciendo. Visualízalo como un poderoso calor rojo que emana de tu cuerpo. Si está cargando un objeto, sujétalo contra tu abdomen y deja que la energía fluya hacia él. Puedes también untar velas y otros objetos con tu sangre para conseguir una fuerte magia simpática. Siente la energía irradiar de tu cuerpo –este es un momento genial para las formas de trance que impliquen bailar y cantar.
Comprender y utilizar los ciclos dentro de nosotros mismos nos ayuda a ganar una auto-perspectiva más sana y a mejorar nuestras vidas. En el proceso de emplear magia menstrual, aprendemos no sólo a deshacernos de patrones y hábitos viejos e inútiles, sino a crear unos nuevos que nos beneficien a nosotros y al mundo que nos rodea.
Lumena

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