"Sonrían"
¿Cuándo fue la última vez que
pensamos “hey, debería buscar reunirme con otras personas con las cuales
practicar y/ o conversar sobre estos temas de ocultismo”? Esta pregunta, que en los habitantes del
universo pagano y afines se suele traducir como “Debería formar mi propio coven”
es parte del pan nuestro de la comunidad mágica pagana. Quien diga que NUNCA
pensó eso…que lance la primera piedra (soy consciente de que puedo recibir un
par de pedradas por esto…)
Se han escrito infinidad de
artículos dando pautas y lineamientos para formar y mantener un coven o grupos
similares – muchos muy buenos…otros un poco raros pero también ofrecen
información valiosa. Por ello, no pienso ponerme a redactar la “Guía 0-culto
para creación y administración de covens”.
Preferiría centrarme en las ideas y proyectos presentes detrás de mi
propio trabajo con otros, ya que se trata de lo que puedo compartir mejor, y
con mayor conocimiento de causa.
Nunca consideré que fuéramos un
coven, sino más bien un “grupo de estudio”. Los lineamientos jerárquicos
convencionales (sumo sacerdote, sacerdotisa, doncella, etc.) nunca parecieron
establecerse del todo, por más que alguien tuvo la gentileza de compartir con
el grupo dicha información. Pero creo que había cierto espíritu de anarquía
presente. Tratar de imponer un orden rígido nunca pareció funcionar. Pero no
por ello faltaba el interés. Aunque luego
de un tiempo algunos debieron retirarse (estar en el periodo de terminar
estudios universitarios y empezar a establecerse en un trabajo entre otras cosas simplemente no ayudaba), de
mis mejores recuerdos es el interés de aportar y aprender en cada uno de los
que ahí estuvimos. Añadamos a eso que
muchas conversaciones tenían un carácter filosófico y cuestionador después de
la práctica de diferentes ejercicios y técnicas
(cuestionamiento que abarcaba desde el clásico “¿por qué la Iglesia…? Hasta
“¿Cómo fue que a Gardner se le ocurrió tal cosa?”) y había un grupo con mucha
riqueza, en muchos sentidos.
Después de algunos años, las
reuniones eran cada vez más difíciles de programar, por lo que decidimos
mantener el contacto, aunque en un modo más espaciado y no tan formal (no que
lo hubiéramos sido alguna vez, pero saben a qué me refiero). Fue realmente algo
natural.
Teniendo esta como mi mejor
experiencia – con una amistad que dura hasta el día de hoy -
puedo recordar que he tenido mi cuota de grupos. En muchos de ellos, el entusiasmo inicial era
fantástico, al igual que la dedicación propia de los comienzos. Pero por algún
motivo, no parecía avanzar. Aunque puedo
escuchar a más de un lector decir “es que simplemente no era el momento” y
concuerde ahora con tal idea, en esos momentos no pensaba rendirme tan
fácilmente.
No fue sino hasta años después que
llegué a hacer las paces con la idea de que tal vez, por más riqueza
participativa que hubiera en un grupo – y por más que amo trabajar con gente –
tal vez mi práctica tendría un fuerte carácter solitario. Tal vez me tocaría
estar por mi cuenta.
Han pasado un par de años a su
vez desde este evento. Ahora, hace poco, conversando con un amigo, regresó a
mi mente la idea de los grupos de estudio ocultos y metafísicos, sólo que esta
vez en modo diferente. Ya no necesariamente con la idea de “quiero crear mi
grupo y reunirme con otros” – lo que creo que siempre será algo válido, debo
añadir. Esta vez es para preguntarme ¿por qué
querría reunirme con otros? ¿a qué sirve? ¿cómo hacer que tales aprendizajes
ofrezcan frutos que beneficien más allá de sus participantes inmediatos?
Que el aprendizaje grupal es increíblemente
rico, es innegable. Que somos seres sociales que construimos nuestro
aprendizaje a través de la interacción con quienes nos rodean, también es
innegable. Que la práctica espiritual es un asunto personal y por lo tanto no
sirve de mucho el tema de hace propaganda, también es innegable. Que cada quien
tiene su camino que recorrer – cierto….ya sabemos….innegable. Pero, ¿a qué o
quienes servimos al reunirnos, o por último, al practicar por nuestra cuenta? ¿A los 2, 3, 4 o 13 personas que se juntan para
la práctica? ¿a las familias y amigos? ¿a los dioses? ¿a la comunidad? (por
favor, voy a pedir que cuando me refiera a “comunidad”, querido lector, pongas
en pausa la idea de “la Wicca no hace proselitismo ni intenta convertir a otros”,
porque realmente, hay más de una forma de tener presencia comunitaria que sólo
hace propaganda religiosa, pelearse porque en tal o cual grupo dijeron tal cosa
o hacer reciclaje, sin menospreciar desde luego el reciclaje, que bien necesario resulta ahora)
A más de uno cuando se toca este
punto se nos ocurre que se está hablando de juntarse en una gran mega
agrupación mismo estilo de Gran Federación Galáctica de Viaje a las Estrellas
(el Cielo sabe hay demasiadas discusiones rayando en lo ridículo al respecto en
la red). Si tal cosa vuelve a intentarse por la tercera o vigésima vez está fuera
de este artículo. De todos modos, eso no respondería a mi pregunta. Nosotros,
cada uno de los pequeños practicantes de magia y brujería y paganismo y
ocultismo y asociados, en grupo o en solitario, ¿qué hacemos con nuestro arte? ¿cómo
lo usamos? ¿Nos enfocamos sólo en nuestro desarrollo espiritual y que el resto
de la humanidad se friegue porque está siguiendo al patriarcado? (¿te suena
broma?…espera a conversar con alguna gente) ¿Necesitamos acaso que sean siempre
grupos grandes? O ¿necesitamos hablar siempre como representantes de grupos
grandes? Finalmente, y ésta es la
pregunta clave… ¿qué nos mueve a reunirnos? ¿Soledad, crecimiento, conexión….?
Los motivos que conduzcan a crear
un grupo o a buscar compañía son, al igual que la forma en que usamos lo que
sabemos, de carácter personal. Obviamente, deberá haber acuerdos en ese
sentido, de eso depende la existencia del grupo. Pero vayamos un paso a la vez. Sin terminar
yendo detrás de cada proyecto de aquelarre que detectemos y sin terminar
condenando a cuando grupo conozcamos porque “no ve las cosas como deberían ser – que es
curiosamente, la forma en que yo sí las veo”.
Tenemos sentido común (sí, incluso cuando nos acusan de creer en magia,
hadas y gente buena) e intuición, así que usémoslos. Usémoslos para trabajar y
crear aquello que deseamos crear, y dejemos que la magia llame a la magia,
naturalmente. La tan famosa – casi infame
a ratos – frase de “el maestro llega cuando el estudiante está listo” ha sido
aplicada a múltiples escenarios, ¿por qué no aplicarla también al contexto de
grupo? Cuando sea el momento de encontrarte con otros, será el momento. Cuando no
lleguen, es porque tal vez aprenderemos más en solitario (aunque estoy
convencido de que no trabajar con compañeros humanos no es sinónimo de trabajar solo).
En nuestra arena, es lo que
hacemos, y no lo que decimos que
somos capaces de hacer, lo que cuenta. Aprendí
que es una buena referencia al momento de decidir si se trabaja o no con
alguien más.
Estoy convencido que hay mucha
riqueza allá afuera – cada practicante tiene mucho que ofrecer. Creo que va
mucho más allá de las mismas cinco personas que pareciera que siempre
encontramos cada vez que volteamos la cabeza.
Con quien lo compartimos, o por último si decidimos compartirlo o no, es
una elección personal (no estoy hablando de secretos de iniciación, por si
acaso). Pero si encontramos que es el momento de decir algo, porque sabemos que
necesita ser dicho, ¿por qué callarlo?
Bueno…estas son algunas ideas
sobre lo que nos mueve a buscar a otros en el arte mágico – y a ti, ¿qué te impulsa
a buscar a otros como tú?
Practicante de Artes Mágicas
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