29 de septiembre de 2013

El espíritu de reunión




                                                  "Sonrían"



¿Cuándo fue la última vez que pensamos “hey, debería buscar reunirme con otras personas con las cuales practicar y/ o conversar sobre estos temas de ocultismo”?  Esta pregunta, que en los habitantes del universo pagano y afines se suele traducir como “Debería formar mi propio coven” es parte del pan nuestro de la comunidad mágica pagana. Quien diga que NUNCA pensó eso…que lance la primera piedra (soy consciente de que puedo recibir un par de pedradas por esto…)

Se han escrito infinidad de artículos dando pautas y lineamientos para formar y mantener un coven o grupos similares – muchos muy buenos…otros un poco raros pero también ofrecen información valiosa. Por ello, no pienso ponerme a redactar la “Guía 0-culto para creación y administración de covens”.  Preferiría centrarme en las ideas y proyectos presentes detrás de mi propio trabajo con otros, ya que se trata de lo que puedo compartir mejor, y con mayor conocimiento de causa.

Nunca consideré que fuéramos un coven, sino más bien un “grupo de estudio”. Los lineamientos jerárquicos convencionales (sumo sacerdote, sacerdotisa, doncella, etc.) nunca parecieron establecerse del todo, por más que alguien tuvo la gentileza de compartir con el grupo dicha información. Pero creo que había cierto espíritu de anarquía presente. Tratar de imponer un orden rígido nunca pareció funcionar. Pero no por ello faltaba el interés.  Aunque luego de un tiempo algunos debieron retirarse (estar en el periodo de terminar estudios universitarios y empezar a establecerse en un trabajo  entre otras cosas simplemente no ayudaba), de mis mejores recuerdos es el interés de aportar y aprender en cada uno de los que ahí estuvimos.  Añadamos a eso que muchas conversaciones tenían un carácter filosófico y cuestionador después de la práctica de diferentes ejercicios y técnicas  (cuestionamiento que abarcaba desde el clásico “¿por qué la Iglesia…? Hasta “¿Cómo fue que a Gardner se le ocurrió tal cosa?”) y había un grupo con mucha riqueza, en muchos sentidos.

Después de algunos años, las reuniones eran cada vez más difíciles de programar, por lo que decidimos mantener el contacto, aunque en un modo más espaciado y no tan formal (no que lo hubiéramos sido alguna vez, pero saben a qué me refiero). Fue realmente algo natural.

Teniendo esta como mi mejor experiencia – con una amistad que dura hasta el día de hoy  -  puedo recordar que he tenido mi cuota de grupos.  En muchos de ellos, el entusiasmo inicial era fantástico, al igual que la dedicación propia de los comienzos. Pero por algún motivo, no parecía avanzar.  Aunque puedo escuchar a más de un lector decir “es que simplemente no era el momento” y concuerde ahora con tal idea, en esos momentos no pensaba rendirme tan fácilmente.

No fue sino hasta años después que llegué a hacer las paces con la idea de que tal vez, por más riqueza participativa que hubiera en un grupo – y por más que amo trabajar con gente – tal vez mi práctica tendría un fuerte carácter solitario. Tal vez me tocaría estar por mi cuenta. 

Han pasado un par de años a su vez desde este evento. Ahora, hace poco, conversando con un amigo, regresó a mi mente la idea de los grupos de estudio ocultos y metafísicos, sólo que esta vez en modo diferente. Ya no necesariamente con la idea de “quiero crear mi grupo y reunirme con otros” – lo que creo que siempre será algo válido, debo añadir. Esta vez es para preguntarme ¿por qué  querría reunirme con otros? ¿a qué sirve? ¿cómo hacer que tales aprendizajes ofrezcan frutos que beneficien más allá de sus participantes inmediatos?

Que el aprendizaje grupal es increíblemente rico, es innegable. Que somos seres sociales que construimos nuestro aprendizaje a través de la interacción con quienes nos rodean, también es innegable. Que la práctica espiritual es un asunto personal y por lo tanto no sirve de mucho el tema de hace propaganda, también es innegable. Que cada quien tiene su camino que recorrer – cierto….ya sabemos….innegable. Pero, ¿a qué o quienes servimos al reunirnos, o por último, al practicar por nuestra cuenta? ¿A los 2, 3, 4 o 13 personas que se juntan para la práctica? ¿a las familias y amigos? ¿a los dioses? ¿a la comunidad? (por favor, voy a pedir que cuando me refiera a “comunidad”, querido lector, pongas en pausa la idea de “la Wicca no hace proselitismo ni intenta convertir a otros”, porque realmente, hay más de una forma de tener presencia comunitaria que sólo hace propaganda religiosa, pelearse porque en tal o cual grupo dijeron tal cosa o hacer reciclaje, sin menospreciar desde luego el reciclaje, que bien necesario resulta ahora)

A más de uno cuando se toca este punto se nos ocurre que se está hablando de juntarse en una gran mega agrupación mismo estilo de Gran Federación Galáctica de Viaje a las Estrellas (el Cielo sabe hay demasiadas discusiones rayando en lo ridículo al respecto en la red). Si tal cosa vuelve a intentarse por la tercera o vigésima vez está fuera de este artículo. De todos modos, eso no respondería a mi pregunta. Nosotros, cada uno de los pequeños practicantes de magia y brujería y paganismo y ocultismo y asociados, en grupo o en solitario, ¿qué hacemos con nuestro arte? ¿cómo lo usamos? ¿Nos enfocamos sólo en nuestro desarrollo espiritual y que el resto de la humanidad se friegue porque está siguiendo al patriarcado? (¿te suena broma?…espera a conversar con alguna gente) ¿Necesitamos acaso que sean siempre grupos grandes? O ¿necesitamos hablar siempre como representantes de grupos grandes?  Finalmente, y ésta es la pregunta clave… ¿qué nos mueve a reunirnos? ¿Soledad, crecimiento, conexión….?

Los motivos que conduzcan a crear un grupo o a buscar compañía son, al igual que la forma en que usamos lo que sabemos, de carácter personal. Obviamente, deberá haber acuerdos en ese sentido, de eso depende la existencia del grupo.  Pero vayamos un paso a la vez. Sin terminar yendo detrás de cada proyecto de aquelarre que detectemos y sin terminar condenando a cuando grupo conozcamos porque  “no ve las cosas como deberían ser – que es curiosamente, la forma en que yo sí las veo”.  Tenemos sentido común (sí, incluso cuando nos acusan de creer en magia, hadas y gente buena) e intuición, así que usémoslos. Usémoslos para trabajar y crear aquello que deseamos crear, y dejemos que la magia llame a la magia, naturalmente.  La tan famosa – casi infame a ratos – frase de “el maestro llega cuando el estudiante está listo” ha sido aplicada a múltiples escenarios, ¿por qué no aplicarla también al contexto de grupo? Cuando sea el momento de encontrarte con otros, será el momento. Cuando no lleguen, es porque tal vez aprenderemos más en solitario (aunque estoy convencido de que no trabajar con compañeros humanos no es sinónimo de trabajar solo).

En nuestra arena, es lo que hacemos, y no lo que decimos que somos capaces de hacer, lo que cuenta.  Aprendí que es una buena referencia al momento de decidir si se trabaja o no con alguien más.

Estoy convencido que hay mucha riqueza allá afuera – cada practicante tiene mucho que ofrecer. Creo que va mucho más allá de las mismas cinco personas que pareciera que siempre encontramos cada vez que volteamos la cabeza.  Con quien lo compartimos, o por último si decidimos compartirlo o no, es una elección personal (no estoy hablando de secretos de iniciación, por si acaso). Pero si encontramos que es el momento de decir algo, porque sabemos que necesita ser dicho, ¿por qué callarlo?

Bueno…estas son algunas ideas sobre lo que nos mueve a buscar a otros en el arte mágico – y a ti, ¿qué te impulsa a buscar a otros como tú?


Practicante de Artes Mágicas 

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